El siglo XVII se reparte en dos reinados: Luis XIII (1610-1643) y Luis XIV (1643-1715). Luis XIV (El Rey Sol) lleva a su cumbre el concepto de absolutismo real, al debilitar cada vez más a la nobleza e incrementar el mecenazgo cultural de los monarcas franceses y sus validos: Richelieu y Mazarino otorgan sustanciosas ayudas a artistas y poetas; tal fue el caso con los hermanos Corneille, Molière y Racine. París se convirtió en centro de atracción cultural del mundo entero. Se construyeron espacios especiales para las representaciones teatrales en la corte. Durante el final del siglo XVI y el principio del XVII triunfó el teatro barroco en el que se transgredían todas las reglas dramáticas clásicas. Hacia 1630 se dio sin embargo una fuerte reacción contra el barroco volviendo a los valores y criterios clásicos tanto en el teatro como en la ética, la política y otras artes. Todo ello de la mano del racionalismo abanderado por Descartes. De este modo se adaptaron los gustos y floreció el teatro en Francia en las cortes y en los entornos aristocráticos. Se volvió a separar la tragedia de la comedia a respetar las unidades de lugar, tiempo y acción, a dividir las obras en 5 actos y a no mezclar los personajes: en las tragedias intervenían nobles y en las comedias burgueses y plebeyos. Todo ello fue acompañado de una moderación en las escenografías. Corneille (1606-1684) vivió la transición del teatro barroco al clasicista. Tuvo su mayor éxito con la obra El Cid representada en 1636 aunque por no respetar las nuevas normas clásicas fue muy criticado. Horacio, Cinna y Poliuto son sus mejores obras. A pesar de su éxito y reconocimiento es importante porque sentó las bases del teatro francés, bases que desarrolló su discípulo Racine (1639-1699). Racine tuvo una educación muy estricta que marcó su modo de componer tragedias, llenas de personajes pesimistas, solemnes, sometidos a dramas interiores insuperables o a pasiones irrefrenables. Su estilo es desgarrado y por ello es elevado, sobrio y elegante, con gran importancia de las estructuras. Sus más grandes tragedias se concentraron entre 1669 y 1677, destacando Andrómaca, Ifigenia, Fedra, Berenice, todas ellas obras inspiradas en personajes femeninos de la antigüedad. Molière (1622-1673)
La aportación de Molière al teatro francés es decisiva para su evolución como texto y como espectáculo. En él se funden la tradición medieval, la latina y la Comedia del Arte, la influencia italiana y la española. El objetivo de su teatro fue “enseñar a los hombres cómo son sin dejar nunca de divertirlos”. Así, en sus textos destacan los temas de la familia, la educación, la condición de la mujer en la vida social, la crítica al machismo y la hipocresía. Satiriza y critica sin cesar la moral y las costumbres de la época, lo cual llevó a que la realeza censurara algunas de sus obras. Temas profundos pero que trata desde la comedia, “sin dejar de reír”. Sus personajes se caracterizan por ser seres únicos, en ellos mezcla perfiles psicológicos concretos con caracteres planos y abstractos representativos de los vicios. Por eso se consideran personajes únicos e irrepetibles en el teatro. El avaro, el Misántropo, el Tartufo son solo dos de los ejemplos más famosos. Frente a la sobriedad de las puestas en escena inglesas y españolas, Molière utilizó tramoyas y máquinas teatrales para mover sus complejas escenografías, propias del gusto de la corte. Por ello se desarrollaron grandísimos decorados, vestuarios y otras disciplinas escénicas que se sumaban al teatro para adornarlo. Biografía Su vida y el teatro forman parte indisociable de su biografía. Su nombre real era Jean-Baptiste Poquelin y adoptó el pseudónimo de Molière para no deshonrar a su padre, tapicero real que le dio una buena educación y le facilitó un porvenir acomodado al que renunció para unirse a una compañía de teatro a los 20 años, y al año siguiente, para formar su propia compañía de actores. Actor, escritor y director como Shakespeare, llegó a la corte de París en 1658 protegido por el hermano del rey Luis XIV, el rey Sol. Enseguida gozó de fama y se encargó de las representaciones de la corte. Gozó de fama y reconocimiento público hasta su muerte. Muerte mítica ya que le sorprendió en las tablas, representando el papel del enfermo imaginario con un pijama amarillo. Desde entonces, en el mundo del teatro el amarillo en el escenario es sinónimo de mal agüero. Mandó poner como epitafio en su tumba la siguiente frase: “Aquí yace Molière, el rey de los actores. En este momento hace de muerto, y de verdad que lo hace bien”. Obras Tartufo, El misántropo, El enfermo imaginario, El avaro... |